Tercer día en París. Hoy de nuevo va a tocar palizón de caminar. Prontito por la mañana y después de desayunar nos hemos dirigido a la Torre Eiffel, auténtico símbolo de la ciudad y del país. Anoche ya la habíamos visto con los fuegos artificiales pero hoy queríamos contemplarla de día y subir a lo más alto. Pero una vez en la cola y ya cerca de llegar nuestro turno han cerrado la parte más alta debido al viento. Así que hemos comprado las entradas y lo intentaremos de nuevo mañana. Eso sí, hemos aprovechado para hacernos algunas fotos cerca de ella.

Realmente la torre no es un monumento especialmente bonito, pero seguramente el hecho de haberla vista tantísimas veces la hagan en cierta manera especial. El hecho de ser el símbolo de París la convierten en interesante y por lo que sea hay algo que te hace no dejar de mirarla hasta más allá de donde alcanza tu vista. Una vista que se dirigía hacia otro de los iconos de París, la catedral de Notre-Dame…

Así que tras un pequeño trayecto en metro llegábamos a la famosa morada de Quasimodo, el jorobado que según la historia habita en lo alto del campanario. La catedral de Notre-Dame está ubicada en una pequeña plaza al lado del curso del río Sena. Realmente es bastante pequeña, y tiene muy poca altura. Es de un marcado estilo gótico y sus vidrieras son famosísimas.

Primero entramos dentro a visitarla y después de una interminable cola de casi dos horas pudimos subir a lo alto del campanario. Desde allí las vistas son fantásticas (y eso que no es una catedral especialmente alta). Llegamos hasta lo más alto y para decepción nuestra no pudimos ver a Quasimodo.

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Así que nos conformamos con las vistas y las impresionantes gárgolas que permanecen allí, silenciosas e intactas con el paso del tiempo. Algunas de ellas son auténticas obras de arte.

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No muy lejos de allí, apenas un par de calles enfrente de la plaza se encuentra la Conciergerie. Se trata del antiguo palacio en el que vivía la familia real francesa, hasta que Felipe IV se mudó al Louvre. Así que este edificio se convirtió en una prisión, siendo el lugar por ejemplo en donde María Antonieta pasó sus últimos días antes de ser guillotinada durante la Revolución Francesa. Se trata de un lugar no excesivamente visitado pero que vale la pena entrar y conocer. Su interior alberga aún algunas celdas y estancias de gran valor arquitectónico, como la «Sala de la gente de armas», la cual destaca por su fantástica conservación y si techos con arcos.

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Al mismo lado de la Conciergerie se encuentra la Sainte Chapelle (santa capilla), la cual fue construida para albergar las reliquias de Jesucristo, concretamente la corona de espinas y un trozo de la cruz. Destacan sus vidrieras, la estatua de la Virgen que preside el santuario y los colores rojo y azul, originales medievales. Eso sí, hay que decir que las reliquias no están, ya que desaparecieron durante la revolución.

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Y si aún no teníamos bastante arte, nos dirigimos hacia el museo Pompidou. Eso sí, ahora cambiábamos de época y nos pasábamos del medieval al arte moderno. Solamente ver el exterior ya te hace sentir en un lugar ciertamente futurista.

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Ya dentro visitamos sus estancias viendo toda esa cantidad de obras tan «extrañas y modernas» La verdad es que a Sonia le encanta este tipo de arte, pero a Bruno no le hace especial ilusión. Digamos que él es un poco más tradicional. Aún y así, siempre es agradable conocer y aprender, al nivel que sea. Dicen que el saber no ocupa lugar…

Bastante fatigados y con dolor en nuestros pies, nos dirigimos dirección a la Plaza Vosges, aunque eso sí, pasamos primero por el ayuntamiento de París. Un edificio que por cierto es el edificio municipal más grande de Europa.

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Y ya por fin llegamos a la plaza Vosges, plaza más antigua de París, y lugar de relax y disfrute de muchos parisinos. Sin ninguna duda, la vida parisina no sería lo mismo sin estos parques y plazas. Es increíble la cantidad de gente que simplemente se siente en la hierba con un bocata y una botellita de vino para pasar el tiempo y compartir momentos, confidencias, etc.

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Es increíble ver lo rápido que se pasa estando relajado y tranquilo en un parque, simplemente sin hacer nada, dejando pasar el tiempo. Un buen momento que nos revitalizó y nos dio las últimas energías para acabar el día. Queríamos antes de llegar rendidos a nuestro hotel ir a la plaza de la Bastilla, lugar cumbre de la revolución francesa. Allí en ese lugar es donde el pueblo tomó la cárcel de la Bastilla para acabar con el antiguo régimen y dar el poder al pueblo. Con ello acabó la sociedad feudal y empezó la edad moderna. Aunque hoy ya no queda nada allí, solamente una alta columna que recuerda lo que sucedió un día. Eso sí, la plaza sigue siendo un símbolo y es lugar de importantes manifestaciones y reivindicaciones del pueblo francés.

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Y ahora sí que sí, nos volvimos a nuestro hotel a descansar después de un agotador día. Mañana, a ver si tenemos suerte y podemos subir a la Torre Eiffel.

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