Dicen que cuando más se reprime o prohíbe una cosa, ésta brota aún con más fuerza. Esto es lo que sucedió en La colina de las Cruces, uno de los lugares más impresionantes de Lituania. A solo 12 km de Siauliai, la cuarta ciudad más grande de Lituania, se levanta esta colina símbolo de la resistencia lituana ante las diferentes invasiones que ha sufrido el país a lo largo de su historia. Una resistencia por cierto pacífica (como lo es el pueblo lituano) únicamente mediante la colocación de cruces a lo largo y ancho de la misma colina.

Cuentan las leyendas bálticas que ya en la Edad Media los lugareños colocaban en aquella colina cruces de madera en honor a los caídos ante los Caballeros Teutones que conquistaron su tierra. Aunque la historia más repetida y aceptada es la que cuenta que las cruces empezaron a colocarse allí de manera espontánea durante la dura represión zarista de 1831. Fue entonces cuando este sitio, además de ser lugar de culto religioso, se convirtió en símbolo de la resistencia ante los invasores.

Y esto se acrecentó aún más tras la II Segunda Guerra Mundial, momento en que Lituania volvió a ser ocupada por Rusia formando parte de la URSS. En esa época, cada noche brotaban más y más cruces como símbolo del rechazo a la ocupación soviética con todas sus imposiciones, en este caso religiosas, o más bien anti-religiosas. Lituania, país con unas profundas convicciones católicas protestaba de esa manera ante la URSS, la cual decidió desmantelar por la fuerza la colina en 1961. Fue incendiada, los tanques arrasaron con todo hasta no dejar nada en pie e incluso se arrojó basura para convertirla en un vertedero. Aquello produjo el efecto contrario ya que de aquel lugar volvieron a emanar aún más cruces y lo que eran centenares se convirtieron en miles.

En 1975 se volvió a demoler pero como aquello seguía sin surgir efecto al final el régimen se dio por vencido dejando las cruces allí. Y el sueño de la resistencia se acabó cumpliendo cuando en 1991 desaparecía la Unión Soviética y Lituania se convertía por fin en un país libre.

Así pues teníamos claro que en nuestro viaje por las Repúblicas Bálticas no podía faltar la visita a este sitio tan simbólico. “La colina de las cruces” está a las afueras de Siauliai viniendo desde Vilnius en dirección a la frontera con Letonia. Se puede aparcar pagando 1 euro en el parking del Centro de Visitantes o simplemente gratis a un lado de la carretera (es lo que hicimos ya que el Centro estaba lleno).

Al llegar allí desde la lejanía ya nos impresiona lo que vemos. A lo lejos, en una pequeña colina se erigen cientos, que va, miles de pequeñas y grandes cruces que se dibujan y escampan ladera abajo y que continúa a ambos lados. Aunque ya la habíamos visto en fotos, estar allí in situ magnifica más lo que está observando.

Ciertamente es tremendo ver como aquel lugar se ha convertido en un santuario. Y de hecho hoy en día gente de todo el mundo sigue llevando cruces a este lugar, igual como antaño se volvían a levantar tras cada derribo del ejército ruso. Realmente no se sabe cuántas habrá, porque las hay de todos los tamaños, pero es una auténtica pasada ver cómo están por allí. Se dice que puede haber más de 200.000 cruces.

     

En el llano frente a la colina se encuentra la Gran Cruz de Leño con Cristo de bronce, donada por Juan Pablo II en ocasión de su visita a la colina, el 7 de septiembre de 1993. Aquella visita hecha por el Papa le dio a la colina el reconocimiento internacional que le faltaba convirtiendo a Siauliai en lugar de peregrinación de muchos católicos.

No hace falta ser cristiano, judío o ateo para darte cuenta que ese lugar tiene algo de místico. Paseando por allí se pueden miles de cruces apelotonadas con mensajes en todos los idiomas. Nos llamó además la atención ver a una pareja de novios recién casados haciéndose fotos allí como recuerdo. También hay rosarios, vírgenes y diferentes crucifijos de todos los tamaños. La muestra de que la resistencia y la fe muchas veces pueden conseguir cosas inimaginables.

Siauliai, un sitio para ver y recordar. Mucho más sorprendente e impactante de lo que uno puede llegar a imaginar. Se puede pensar que vas a ver unas cuantas cruces sobre una pequeña elevación. Pero no, aquello es más, mucho más. Por mucho que lo puedas imaginar tienes que estar allí para sentirlo, y por suerte nosotros podremos decir que ha valido la pena estar allí para ello.

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