«Son las 15:59h de un 22 de septiembre de 2019, hace apenas unas semanas que hemos vuelto de nuestro roadtrip por Cuba. Ahora mismo estoy recostada en el sofá del salón de nuestra casa de campo, con el portátil encima de las piernas y bebiendo pequeños sorbos de un té al limón que no me gusta especialmente, mientras Bruno y los peques duermen la siesta. Y aquí sigo después de 15 minutos mirando absorta la pantalla preguntándome cómo voy a escribir este post, cómo puedo meter todas las sensaciones y los recuerdos que se me removieron como con una cuchara en un plato de sopa. Por el principio Sonia, empieza por el principio…
Ciertamente el “y” y el “si” dichos por separado no parecen decir gran cosa, pero si los ponemos juntos, lado a lado, se convierten en el principio de una frase muy poderosa: “Y si…” “Y si…”, una frase que habitualmente decimos pero que pocos tienen el valor de convertirla en realidad.
“¿Y si nos casamos a 9.000 km de casa? Solos. Tú, yo y nuestros niños”.
Diez años hace de aquel primer enlace, el oficial, en el que se encontraban los que estaban, personas queridas que quisieron acompañarnos, todos con sentimientos encontrados y sí, aunque lo recuerdo con una sonrisa, he tardado diez años en mirar atrás y ver un enlace por inercia, por una promesa, y tal vez sea el tiempo, una década más a la espalda con mil vivencias lo que me ha hecho tener el valor de pensar en ello y publicarlo.
Pero hoy os voy a hablar de otro enlace, cubano, el nuestro, el segundo después de 10 años y… que me perdonen familia y amigos, pero el que fue muy especial, pasando a un segundo lugar el envoltorio y primando que nuestros hijos fueran testigos del sentimiento y respeto que nos une a los cuatro.
El lugar elegido, Cayo Largo del Sur. Los padrinos, nuestros hijos. El escenario, la arena y el mar Caribe. La oficiante, una cubana del lugar. La música, un grupo increíble al son de la gran Celia Cruz. Empiezo…
Eran las 16.45h del día 15 de agosto de 2019 en Cayo Largo del Sur, sonó el despertador y nos levantamos de la siesta de un salto, llegábamos tarde a nuestra boda prevista para las 17.30h!!!! Es lo que tiene Cuba, que duermes muy a gusto.
En fin, a toda mecha nos dimos una ducha, nos vestimos y menos mal que pasaron a recogernos 15 minutos tarde, porque así pudimos llegar a tiempo, ya sabéis, los cubanos son muy despacito, despacito, suave suavecito. Tal y como manda la tradición, pasaron a recoger primero a Bruno y a los padrinos y más tarde a la novia, a mí. Y oye, que empezaba a estar nerviosa y todo…
Pues me condujeron hasta una escalera de madera y nada más dar unos pasos al frente vi el mar Caribe de un azul precioso, al bajar la vista un camino de plantas sobre la arena blanca que llevaba hasta donde estaban nuestros hijos junto a un grupo de música que empezó a tocar envueltos en un gran corazón de pétalos de rosa. Sí, todo muy de peli, todo muy edulcorado ¿demasiado quizás?, puede, pero me gustó lo que veía… mucho.
Bajé la escalera y allí estaba mi marido, con el que me volvía a casar por segunda vez y cogidos de la mano fuimos hasta donde estaban sentados nuestros hijos. Àlex me miró e inmediatamente me preguntó si ya podía tirarse al mar vestido, mientras Xavi miraba todo alucinado, creo que sin comprender al 100% lo que estábamos haciendo, pero estoy convencida que sabiendo muy dentro de él que algo bonito estaba sucediendo.
La oficiante empezó el enlace recitando todos los principios básicos sobre los que se rigen los derechos y deberes que tienen los contrayentes cubanos, como entre otros, el deber a apoyar al cónyuge a cultivarse culturalmente y al estudio. Luego vino el momento de las alianzas, el beso, un gran abrazo entre los cuatro, música, baile, champagne, tarta nupcial y fotos en la playa antes de pasar a la última parte del enlace, en la que como marca la tradición del lugar, plantamos una trina (palmera autóctona) con nuestras iniciales grabadas. Tal como dice una amiga mía… bonito, bonito, oye.
Dijo Ernest Hemingway que “nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él”. Y es verdad, aquí me encuentro pensando que todo pasa por algo, que las señales hay que cogerlas al vuelo y darle el significado a tu historia. Tachadme de soñadora, pero la canción principal que eligió el grupo de música para nuestro enlace me dice que las casualidades no existen, solo necesitamos el valor para verlas, comprenderlas y sentirlas…»
Todo aquel
Que piense que la vida es desigual
Tiene que saber que no es así
Que la vida es una hermosura
Hay que vivirla
Todo aquel
Que piense que está solo y que está mal
Tiene que saber que no es así
Que en la vida no hay nadie solo
Siempre hay alguien
Ay, no hay que llorar
Que la vida es un carnaval
Que es más bello vivir cantando
Oh oh oh ay, no hay que llorar
Que la vida es una carnaval
Y las penas se van cantando
Todo aquel
Que piense que la vida siempre es cruel
Tiene que saber que no es así
Que tan solo hay momentos malos
Y todo pasa
Todo aquel
Que piense que esto nunca va cambiar
Tiene que saber que no es así
Que al mal tiempo, buena cara
Y todo cambia
Ay, no hay que llorar
Que la vida es un carnaval
Que es más bello vivir cantando
Oh oh oh ay, no hay que llorar
Que la vida es una carnaval
Y las penas se van cantando
22 de septiembre de 2019
Sonia
Este post pertenece a nuestro viaje a Cuba con niños.